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Publicaciones WoS (Ediciones: ISSHP, ISTP, AHCI, SSCI, SCI), Scopus, SciELO Chile.
| Indexado |
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| DOI | |||
| Año | 2019 | ||
| Tipo |
Citas Totales
Autores Afiliación Chile
Instituciones Chile
% Participación
Internacional
Autores
Afiliación Extranjera
Instituciones
Extranjeras
This article comparatively analyzes the first continental meetings organized by indigenous activists and Afro-descendants in Latin America: the Second meeting of Barbados (Segunda Reunión de Barbados) and the First Congress of Black Culture in the Americas (Primer Congreso de la Cultura Negra de las Américas), both held in 1977. Based on the conference proceedings, we question the historical intersection that not only identify a common context but also shared discourses and aspirations, such as the struggle against racism, the formulation of an anti-colonial critique, and the construction of a political-cultural identity. As we argue, the discussions and proposals made in these gatherings can be considered foundational of the current indigenous and Afro-descendant movements.
| Ord. | Autor | Género | Institución - País |
|---|---|---|---|
| 1 | Zapata, Claudia | Mujer |
Universidad de Chile - Chile
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| 2 | Oliva, Elena | Mujer |
Universidad de Chile - Chile
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| Agradecimiento |
|---|
| Desde fines de los años setenta hasta la década de los noventa existe un evidente giro ideológico que ha modificado los anclajes teóricos con los que estos movimientos y sus intelectuales están elaborando sus diagnósticos y propuestas. Las políticas de reconocimiento que se promulgaron en los países latinoamericanos a partir de los años noventa –producto de la presión ejercida por estos actores– han contribuido a la valoración positiva de la diversidad cultural, facilitando no solo la visibilización de distintos pueblos, sino también la promoción de sus identidades específicas. Sin embargo, aquellas demandas que apuntan a una redistribución más profunda de los recursos económicos y del poder político, continúan pendientes. En relación con esa deuda es que debe comprenderse una parte importante de los conflictos actuales, en los que comunidades y pueblos aparecen nuevamente (si es que alguna vez dejaron de estarlo) confrontando la embestida de un modelo económico extractivista. Las presiones que los grupos económicos ejercen con éxito sobre los Estados latinoamericanos para mantener este modelo en territorios indígenas y afrodescendientes, al tiempo que estos Estados promueven discursos oficiales sobre la diversidad cultural, han generado conflictos y hechos de violencia, como en Honduras, Chile y la zona del Chocó en Colombia, por mencionar algunos casos recientes donde se ha producido derramamiento de sangre y donde se implementa la represión a manos de la policía y el ejército. |
| En la dimensión simbólica del colonialismo, estos encuentros coinciden en la centralidad de la inferiorización cultural y física, que remite a una ideología racista de larga data. Los textos citados expresan este hecho y cómo esta inferiorización está imbricada con la explotación económica. Por ello, cuando reivindican sus culturas como distintas, y a la vez valiosas, como sobrevivientes al igual que ellos y ellas del dominio colonial –aunque innegablemente transformadas e interferidas en el marco de estas relaciones desiguales–, lo que se discute son las bases ideológicas que sustentan la maquinaria colonial. De este modo, si bien Barbados II y el Primer CCNA son instancias de una potente reivindicación cultural, no se pueden calificar sus pronunciamientos como discursos culturalistas, en el sentido de separar esa esfera de las condiciones materiales, mucho menos de eludirlas. Es más, existe una deliberada distancia de ese tipo de enfoques que van a adquirir hegemonía en la escena teórica post Guerra Fría (Eagleton 114-5), por ejemplo, cuando en Barbados II se cuestiona el trabajo del Instituto Lingüístico de verano por folclorizarlos y exotizarlos, tratando de “reducir toda la dinámica cultural a una superestructura fragmentaria y superflua que pierde toda significación para la resistencia y la liberación de los pueblos” (Indianidad 398), o cuando en el Primer CCNA se señala que la falta de reconocimiento del aporte cultural de los negros se explica por una situación histórica de desigualdad y que “la única manera de solucionar tales problemas solo se alcanzará mediante la transformación total del sistema socio-económico imperante” (156). De igual forma, se debe complejizar el tema de la identidad étnica que, en estos discursos, no se confronta con la identidad de clase, sino que se articula con ella. Los sujetos indígenas y afrodescendientes se reconocen como pobres del campo y de la ciudad, entendiendo que esta condición de clase está vinculada a un conflicto histórico de carácter colonial que adquiere preponderancia. El poeta náhualt Natalio Hernández presentó, junto a Franco Gabriel Hernández, una ponencia en Barbados II que muestra esta articulación nada de excepcional en esos años, con afirmaciones como “el real proceso de liberación no puede darse si no se contempla como la destrucción de la situación colonial y la participación hacia una lucha de clases” (Indianidad 268). Con el mismo énfasis aparece este asunto en el documento presentado por el Movimiento Indio de Guatemala (373-85) y las ponencias de intelectuales no indígenas como víctor Daniel Bonilla (325-56) y Stefano Varese (357-72). Por su parte, en el Primer CCNA la antropóloga Nina de Friedemann expone sus principales conclusiones de un estudio sobre el desarrollo de la concientización política de la población afrodescendiente en Colombia, frente a un auditorio mayoritariamente afro, a quienes señala que en este proceso “clase y etnicidad no son modos competitivos de conciencia y conflicto” (43). |
| Desde fines de los años setenta hasta la década de los noventa existe un evidente giro ideológico que ha modificado los anclajes teóricos con los que estos movimientos y sus intelectuales están elaborando sus diagnósticos y propuestas. Las políticas de reconocimiento que se promulgaron en los países latinoamericanos a partir de los años noventa –producto de la presión ejercida por estos actores– han contribuido a la valoración positiva de la diversidad cultural, facilitando no solo la visibilización de distintos pueblos, sino también la promoción de sus identidades específicas. Sin embargo, aquellas demandas que apuntan a una redistribución más profunda de los recursos económicos y del poder político, continúan pendientes. En relación con esa deuda es que debe comprenderse una parte importante de los conflictos actuales, en los que comunidades y pueblos aparecen nuevamente (si es que alguna vez dejaron de estarlo) confrontando la embestida de un modelo económico extractivista. Las presiones que los grupos económicos ejercen con éxito sobre los Estados latinoamericanos para mantener este modelo en territorios indígenas y afrodescendientes, al tiempo que estos Estados promueven discursos oficiales sobre la diversidad cultural, han generado conflictos y hechos de violencia, como en Honduras, Chile y la zona del Chocó en Colombia, por mencionar algunos casos recientes donde se ha producido derramamiento de sangre y donde se implementa la represión a manos de la policía y el ejército. |